Autora invitada: Rosa Briales, voluntaria del Puente de Diciembre 2019 y actual colaboradora del proyecto
El pasado puente de diciembre estuve 5 días en el norte de Marruecos, con Voluntariado en Marruecos. Era algo así como la décima vez que visitaba este país, pero esta vez lo hacía con mi hijo de 3 años, un grupo de estudiantes andaluzas y una catalana, coordinados por Soufiane y Diana, con el objetivo de hacer voluntariado, turismo y pasar unos días de vacaciones. Cuando pregunté si era posible viajar con mi peque, me encantó la respuesta de los organizadores: “sí por supuesto, nos adaptamos, se lo va a pasar genial con los niños y niñas de las asociaciones, va a estar en su salsa”.
Así que sin darle muchas más vueltas compré los billetes, de ferry. Quedamos en el puerto de Algeciras con 3 simpatiquísimas gaditanas que en poco tiempo se convertirían en “las amigas” de Leo. Impresionado con los camiones que entran y salen del barco, empieza el viaje con alegría. Cruzamos el estrecho, Leo apreciando los barcos grandes y pequeños, lentos y rápidos, yo preguntándome una vez más, cómo con tan solo 14 km de distancia pueden ser tan diferentes las realidades sociales, culturales, económicas… Europa y África, el continente más rico y el más empobrecido del mundo, a tan sólo 14 Km. El mundo de los blancos, el consumismo, los derechos humanos (para algunos), la sanidad y la educación universal; y el mundo de los africanos, con pieles más morenas en todos los tonos, religiones que van desde el Islam al animismo, con gran porcentaje de cristianos (fruto del colonialismo), paisajes que van desde el desierto a la selva tropical. 58 países con miles de lenguas autóctonas que desconocemos y cientos de culturas distintas que resisten a la apisonadora cultural que nos impone globalización, y la pobreza, y la extrema pobreza que nos rompe el alma…
En el puerto de Tánger nos espera Youssef con su minibús, acogedor y servicial nos ayuda a cargar maletas y salimos rumbo a Tetuán: qué preciosas montañas, playas, paisajes, ¡tan cerca de España! Y llegamos a la puerta de la medina, donde nos esperan Soufiane, el coordinador y Esperanza, otra voluntaria. ¡Que precioso es Tetuán! Además, aunque es diciembre brilla el sol, como las sonrisas de niños y personas caminando en la bulliciosa medina que nos saludan: “bienvenidas! Marjaba! “; palabras que oiremos otras 40 veces durante el viaje.
Nos alojamos en un maravilloso riad familiar, con decoración en madera y habitaciones amplias con lámparas de colores, azulejos antiguos, qué buen gusto y qué elegancia derrocha la arquitectura árabe. Salimos a visitar a la Asociación Youssoufía donde las madres y sus hijos con discapacidad se reúnen para hacer los deberes, niños y niñas de todas las edades y capacidades comparten un espacio, de nuevo exquisitamente lujoso arquitectónica y humanamente. Nos pasamos la tarde jugando con ellos, intercambiando palabras en árabe, español y francés, entre risas, curiosidad y la alegría de conocer un nuevo entorno y nuevas personas, mujeres con velos y niños con sillas de ruedas muy antiguas. Se respira generosidad, cercanía y el calorcito que da la comunidad, la acogida que nos brindan estas mujeres, curiosas también de conocernos.
Al día siguiente es el turno de la Asociación Nour, que ha creado Chafika, después de 32 años dedicada al cuidado de su hijo con una discapacidad de 90 %, en su memoria ha decidido compartir este conocimiento y experiencia con mujeres y familias que se encuentran en situaciones similares. La sede se encuentra al lado de un colegio, donde se ha habilitado una sala de educación especial. Conocemos a un grupo de madres de chicos con autismo y distintas capacidades tanto físicas como psíquicas. En Marruecos no existen profesiones especializadas para tratar a este colectivo y poder integrarles en la escuela y en la sociedad. Las madres se organizan entre ellas para poder reunirse, sacar a sus hijos de casa y gracias a la Asociación MAS y su proyecto “Voluntariado en Marruecos”, van llegando recursos y profesionales especializados de distintos ámbitos que contribuyen tanto económicamente como con la formación a educadores y madres, a mejorar los espacios donde están, y a proporcionar herramientas y capacitación para mejorar la situación tanto de los chicos y chicas como de sus familias.
Por las tardes vamos a tomar el té, tenemos ratos de formación con Diana y Soufiane sobre la vida y costumbres en Marruecos, sobre cooperación internacional y además tenemos tiempo de hacer compras en la medina, bañarnos en un hamman no turístico y comer todo tipo de tajines y delicias marroquíes en los restaurantes de la zona. El último día visitamos la ciudad azul, Chefchaouen, una vez más de la mano de los lugareños.
Después de los 5 días volvemos a coger el ferry, con la sensación de haber estado un mes en Marruecos, haber hecho nuevos amigos y haber tenido el privilegio de poder conocer y compartir con personas que tienen una vida y circunstancias muy diferentes a las nuestras. Un intercambio enriquecedor en el que nunca sé quién es el que más se lleva, si nosotros, que vamos y venimos a nuestro antojo, o ellos y ellas, que nos abren las puertas de su casa con un acogimiento caluroso, para mostrarnos sus vidas. En cualquier caso, seguimos acercándonos, enriqueciéndonos, construyendo puentes.
Gracias a Voluntariado en Marruecos por ofrecernos esta oportunidad, con tanto cuidado, cariño, profesionalidad y respeto.
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